domingo, 22 de abril de 2007

La poesia de Rafael Cadenas

CADENAS, UN HOMBRE Y SU EXISTENCIA

ENSAYO DE MARÍA RONDÓN SOBRE LA PROSA POETICA DE RAFAEL CADENAS


En las próximas líneas emergerán comentarios sobre la obra de Rafael Cadenas, uno de los más destacados poetas de la literatura venezolana de la segunda mitad del siglo XX. Rafael Cadenas, pertenece a ese bagaje de poetas renovadores de la poesía vernácula de la década de los 60. Nombres como: Juan Calzadilla, el primer poeta verdaderamente urbano de la literatura venezolana, Ramón Palomares, Guillermo Sucre, Francisco Pérez Perdomo se enlazan de manera entrañable con el de Rafael Cadenas.
Expresión fuerte, plagada de esencialismo humano, ardua dicotomía del hombre como ser de dudas y disconformidades, son algunos de los cimientos de la creación poética de Cadenas quien nos entrega de manera definitiva ese pasaporte a la otredad, a ese alter ego que el hombre busca como válvula de escape de su cruda realidad.
El presente ensayo analítico pretenderá escudriñar en el intransigente plano metafórico, que Cadenas magistralmente construye como arquitecto inequívoco de un plano existencial, donde: imágenes y símbolos brotan para reflexionar sobre la despersonalización del hombre urbano que se aleja de si mismo, y que pierde su propia identidad, hombre que busca una liberación ontológica que raya en la exasperación del más comprometido existencialismo.
Nos adentraremos entonces en los sonidos de la escritura armoniosa y simple de Cadenas, cuyos poemas son la encarnación de la búsqueda de si mismo, expresión poética que sustenta un aforismo definitorio, su versos confrontan la realidad cotidiana con el ideal eterno. Es por todo esto que, Cadenas trasciende a nuestra geografía y se consagra como uno de los más valiosos bardos de la literatura universal. Cadenas nos trajina en ese mundo onírico donde los signos del alma se imprimen en nuestra memoria como una sentencia innegable de la perdida idealidad del hombre, que se rinde ante lo cotidiano, escabulléndose a otro plano existencial etéreo, más sublime.

Se hace inminente, entonces, el retórico desafío, que supone el presentar mis humildes ideas, ante la genialidad del Profesor José Napoleón Oropeza. No obstante mi pasión por la poética de Cadenas me fortalece para tal fin, permitiéndome extrapolar algunas de las más representativas características de su extensa obra tanto de su poesía, como de su prosa poética.


El año de 1958 representó para Venezuela, según algunos investigadores e historiadores un hecho políticamente decisivo para la vida social venezolana. Entre estos autores, uno de los más destacados, que ha enfocado este periodo de gobierno desde una perspectiva reflexiva se encuentra el historiador Aleredo Chacón (1973), quien señala en su obra “Trayectoria Ideológica de la Izquierda Cultural Venezolana”, lo siguiente:
"Rota la contención política impuesta durante los diez años precedentes por la dictadura militar a partir del 23 de enero de 1958, las distintas fuerzas sociales replantean su conflicto a través de un nuevo espectro de movimientos y partidos... Luego de un año de intervalos pacíficos y con la victoria electoral de Acción Democrática a fines de 1958... Con el acto mismo en que toma posesión de la presidencia (febrero 1959), Rómulo Betancourt declara la guerra al comunismo y sus cuerpos represivos comienzan a ponerla en práctica contra el partido, los sindicatos no oficialistas, los desempleados y los estudiantes."

Con lo anteriormente expuesto, se plantea que en Venezuela se comenzó a crear un nuevo proceso que permitiría a la sociedad venezolana vivir en democracia; no obstante esta ideología se ve momentáneamente frustrada por los grupos que pactaron para la caída de Marcos Pérez Jiménez, ya que estos emprenden una confrontación debido a que sus ideas socialistas no fueron tomadas en cuenta.

Bajo este influjo desalentador, Rafael Cadenas (1930) emerge como figura insurgente, cuya irreverencia lo ubicó ideológicamente en sectores radicales, que buscan una transformación auténticamente revolucionaria de la sociedad capaz de corregir las injusticias.

Rafael Cadenas, nacido en Barquisimeto, estado Lara, el 8 de abril de 1930. Además de prodigo poeta, ha cultivado el ensayo, y al igual que lo hizo Juan Antonio Pérez Bonalde, es un cabal traductor de obras literarias a otros idiomas. Cadenas es conocido como miembro de la generación de la década de 1960 dentro de la literatura venezolana. Se dice que publicó cuando aún era un niño su primera obra Cantos iniciales (1946). Cadenas posee una personalidad enigmática, como lo define Darío Jaramillo Agudelo (2003), en su artículo, publicado por la Revista Nacional de Cultura, titulado: “Un testimonio sobre la obra entera de Rafael Cadenas” P, 1

… Discreto, silencioso, tímido, incómodo en toda figuración, huidizo de ella, Rafael Cadenas, a pesar de su invisibilidad, es considerado hoy un clásico vivo de las letras venezolanas…
Relata José Balza en la introducción de Obra entera de Rafael Cadenas que, “muy joven, ya en Caracas, en la universidad, Cadenas se enfrenta a la dictadura militar desde su militancia comunista y esto lo lleva al exilio”. Ese devenir político hace de Cadenas un luchador incasable, muchos fueron los países donde estuvo exiliado, y muchas las experiencias que acumuló y que posteriormente fueron definitorias de su obra poética. Sin embargo Cadenas disiente de su rigidez política de izquierda, y opta ya, en sus años maduros, a la independencia política como alternativa de libertad ideológica. Con respecto a este cambio en el pensamiento político de Cadenas es importante señalar lo que apunta Balza sobre la postura de Cadenas - “Cadenas ha señalado que desde hace casi cuarenta años se considera independiente y ha sostenido en numerosas entrevistas y charlas que no se debe pertenecer a partidos porque perdemos la libertad”.

Cadenas retorna a su terruño, luego de la dictadura, Vive en la isla de Trinidad, en el delta del Orinoco, regresa a Caracas en 1956 y durante tres décadas permanece inquietamente inmóvil en la ciudad. Trabaja como profesor de literatura inglesa, estadounidense y española. Traduce a Lawrence, Nijinski, Whitman, Cavafy, Segalen, Pessoa, entre otros.
Su obra, sin parangón, incluye Los Cuadernos del Destierro, Falsas Maniobras, Memorial, Literatura y Sociedad, Realidad y Literatura, Anotaciones y En torno al lenguaje. Premio Nacional de Literatura en 1985. Cadenas empuña la pluma de la persistencia, hacia la despersonalización y la independencia ontológica. Del hombre. En 1963 escribe Derrota, poema que conmovió la poesía venezolana, latinoamericana; obra que el tiempo ha convertido en testimonio de una época.


CADENAS, AFORISMOS DE PROSAS DESESPERADAS
(Encuentro con los apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística)

La poética de Cadenas está plena de aforismos, expresión filosófica de ese cúmulo de experiencias, que el autor ha reunido en su vida, y que subyacen en su obra como un apéndice ineludible de su alma. La cuestión de un Dios todopoderoso, y la dicotomía entre bien y mal, han sido lugar común de muchos autores que desde tiempos inmemoriales han generado polémica con sus irreverentes propuestas sobre la existencia de un ser supremo.
Se hace difícil el diferenciar entre la obra poética y la prosa. de Rafael Cadenas , ya que en su Obra entera, es constante la preocupación por el misterio esencial del mundo. En el abordaje analítico que hace el autor en los Apuntes sobre san Juan de la Cruz y la mística, se evidencia su intención poética, aún cuando el texto posea estructura de prosa. El intento de Cadenas en Apuntes sobre san Juan de la Cruz y la mística, consiste en traspasar el umbral de la conciencia, en una indagación interminable donde nos descubre que:

la palabra Dios designa lo que no tiene nombre”.


El aforismo, con toda su brevedad, intenta ignorar la realidad y al lenguaje, es también un medio limítrofe entre la poesía y la prosa. Y están además, los poemas en prosa que son poemas y que enfrentan, como en toda su Obra entera, la luz quemante de las revelaciones, la tiniebla estremecedora de quien mira hacia su adentro.
Ya en Realidad y literatura Cadenas había negado su fe en alguna trascendencia distinta a la que encuentra en el mundo material y en la índole humana.


…No creemos en ninguna tradición espiritual, en ninguna idea, como idea, en ningún símbolo, ningún culto, ningún cielo. ¡Se ha especulado tanto! ¿Nunca nos cansaremos? …


Se evidencia la profundidad ontológica de Cadenas en esta prosa poética, por cuanto expresa la eterna lucha del hombre por creer en algo, ese enigmático y misterioso mundo que hace al hombre esclavo de sus propios vicios. Más adelante sigue Cadenas, transmitiendo esa incertidumbre:


…Orientes, alquimias, sistemas, drogas, filosofías, métodos, espiritualismos, ilusiones. Sólo conocemos una realidad: el ser humano sufriente, incapaz de vivir con plenitud, incapaz de lanzar por la borda los problemas autocreados, incapaz de ponerle fin al dolor, el ser humano, víctima de su propia psique, de sus opiniones, sus ideas, sus prejuicios;

El hombre ha experimentado con un sin número de supuestas alternativas, que le permiten el escape a la verdadera felicidad
…el ser humano ahogado por su miedo –el telón de fondo real de su vida-; el ser humano crucificado por su existencia mecánica, vivida como repetición, llena de rigideces; el ser humano que proyecta su angustia en todo lo que hace, creando división, sufrimiento, agonía; el ser humano atenazado por sus propios productos: odios, afán de notoriedad, deseo de poder,…

Aquí se observa ese talante existencialista, de negación de hastió, de cansancio, arquetípico de la obra de Cadenas. El autor critica la poética de San Juan en algunos aspectos, esto es definitivo de a los autores con carácter irreverente y con fundamentos existencialistas
”la palabra Dios designa lo que no tiene nombre”- en este aforismo es abierta la crítica a la mística cristiana en general, y a San Juan de la Cruz en particular, Cadenas reprocha de la poética de San Juan el desprecio por las criaturas, el trato del cuerpo como enemigo. Admira, sí, su lenguaje, su don para “acuñar expresiones indelebles”, como aquella de que el alma debe irse “quitando quereres”.
Para Rafael Cadenas las religiones se han secado y la búsqueda no está afuera, en lo invisible; retoma la frase de Eckhart –”
Dios está más cerca de mí que yo mismo”- para afirmar que el misterio está aquí, que no hay vías iniciáticas: “tal vez cuando se prescinde de la idea de camino, de distancia a recorrer y cobra su intensidad el presente, puede sentirse la cercanía del misterio”.
En efecto, “solemos hablar del misterio del universo sin incluirnos, como de cosa ajena, como si no formáramos parte de él, como si no le perteneciéramos. A estas alturas podríamos darnos cuenta de que ese misterio no constituye; de que somos misterio. De pies a cabeza; de que el misterio está en cada poro, cada célula, cada átomo que nos forma. El espacio más familiar, el espacio donde nos movemos, el espacio cotidiano, es el mismo de las estrellas”.


INFLUJO EXISTENCIAL, ONTOLOGIA DE LA EXISTENCIA DE LA ÉPICA URBANA
(Los cuadernos del destierro)

Rafael Cadenas da inicio a su más excelsa obra poética, Los cuadernos del destierro, con una precisa descripción de la esencia del hombre venezolano
es uno del más sobrecogedor y extraordinario de la poesía en nuestro idioma:

"yo pertenecía a un pueblo de grandes comedores de serpientes, sensuales, vehementes, silenciosos y aptos para enloquecer de amor".

Ya clásico, su perfección lo ha fijado en la memoria emocionada de la tradición oral venezolana y en la curiosidad insaciable de todo aquel que lo oiga por primera vez. Este comienzo, además, marca el tono de un poema narrativo exuberante, imbuido del aire húmedo y salino y verde del Caribe: "Isla, deleitable anfitriona. (...) Dominio del verde (...). Calles manchadas de fluidos vegetales, de baba ebria, de sexo negro, de mugres provisionales, de hálitos sacros, de africanas flexiones, de las de loto, de mandarines venidos a menos, de dragones rotos, de fosforescencias de tigra, de aires balsámicos de amplios valles búdicos". Inevitable pensar en Saint John Perse, en Álvaro Mutis, en las enumeraciones e imágenes de Enrique Molina. Y me refiero al tono porque el poema, lo que dice y la manera de decirlo poseen su propia demoledora fuerza, sus
propias demoledoras energías, porque son varias. El paisaje inescapable, los ritos de magia, las liturgias más esotéricas, por ejemplo, pero una sobre todas, una historia personal de transformación, de metamorfosis, de dolorosa y liberadora iniciación.

"¿Dónde está el rostro que me legaron mis padres?" El poema comienza con un descendimiento a los infiernos. El "yo" poético perdió su identidad -"yo no era el mismo, yo era el guardián de mi propia desgracia"-y, en tiempo presente nos declara: "he resuelto mis vinculos. Ya soy uno. (...) Fatídico, doble, sensual, echadas las cuentas para mis logros futuros, me he desposado con un nuevo esplendor". En este estado, viene uno de los apartes más líricos del libro:

He entrado a región delgada.

Todo lo que canta se reúne a
mis pies como banderas que el tiempo inclina.

Aquí el mundo es una estación
amanecida sobre corales.

Esta es la morada donde se
depositan los signos de las aguas, el légamo de los navíos,
los mendrugos cargados de relámpagos.

Este es el huerto de las
especies clamorosas, la temporada de arcilla que el océano
erige.

Esta es la fruta de un
piélago muerto, la columna desesperada del hambre.

Esta es la salobre campana de
verdor que el fuego crucifica, la tierra donde una tribu oscura
embalsama un clavel.

Esta es la tinta trémula
del día, la rosa al rojo vivo inscrita en los anales de la
selva.
"Todo aquí es génesis y los días lucen desterrados". El poeta está rodeado de un mundo mágico, atractivo y aterrador al mismo tiempo: "Yo visité la tierra de luz blanda. (...) Pasé un día cerca del lugar donde duermen los ahorcados. Era la época en que los brujos habían partido a los campos de arroz destruyendo todos los talismanes". A la mitad de Los cuadernos del destierro viene un balance descarnado: "mi historia es un largo recuento de inauditas torpezas, de infértiles averiguaciones, de fabulosas fábricas. (...) El amor me conducía con inocencia hacia la destrucción" y sigue un largo monólogo, también antológico, que comienza:


Estoy aquí. Muerto pero aún andando, desnudo, recreando en las hojas de fuego, devolviéndome hacia mi final, dado al tiempo sin armas, espíritu del vino, excelente en el sufrimiento, sin títulos como los resucitados, ojo de huracanes, devorador de sus pies, propenso a falsificar, hermanado con la muerte, mimado, entre vocaciones terrestres, victimario y víctima dentro de un mismo silencio...


En Los cuadernos del destierro también consta el interludio amoroso, rodeado de un antes de búsquedas y de ansias y de un después de desolación y de vacío. En el entreacto está la locura de la carne:

Sólo tú misma en el acto. Extendida, carnosa, húmeda. Un temblor sin lapso. Sin equívoco. Torbellino en torno a la flor de blando terciopelo, acorazonada, que nace del clima de tus piernas como de un grito nocturno. Flor que se liba. Sombra de flor. En la sinfonía ciega de las corrientes lozana forma de mis manos sin ojos. Cuerno remoto de los remordimientos.
(...)
Amo los blandos linderos de inefable tinte, ondulantes en la selva enana y espléndidamente libre que sobresale de tu cuerpo como mil vocecillas frutales, el letífico aroma, el muelle calor, el ansioso tremar. Toda tú adunada por mareas geométricas a mi piel. Toda presión, jadeo, huída, retorno, blancor, demencia. Nadadora. Extensión que amamanta mi vicio. Sombra del láudano sobre mi pesado tiempo.

Después, "como en las estaciones llega el olvido" y "esta es la historia de un fracaso más". Entretanto "mi poema llega entre estallidos a su solución. Su última palabra tiene que ser en forma de pregunta y dispuesta como a punto de fuga". El final se resuelve en incertidumbre -"no puedo predecir lo que vendrá"- y con el narrador "enredado en los hilos como un personaje mal llevado por su autor (...) en el extremo menos iluminado del escenario".
Los cuadernos del destierro en su aspecto formal ha sido visto, y con razón, como un libro atípico en la retórica habitual de Cadenas. Aquí se trata de un desbordamiento, de una catarsis, de una entonación que el mismo texto lo reconoce al final, es la de un monólogo actoral. NO obstante, los problemas esenciales de su poesía, los misterios más hondos, flotan entre la exhuberancia del paisaje y la catarata enumerativa que luego abandonará.


1 comentario:

Anónimo dijo...

y la bibliografía???