viernes, 17 de agosto de 2007

José Napoleón Oropeza, pluma de dos siglos.

DE LOS ENSAYOS DE OROPEZA A LA EXÉGESIS DEL CONTRASTE DISCURSIVO POSMODERNO .
MARIA RONDON

El tema posmoderno es centro de controversia, desde las más granadas esferas de la critica, no sólo literaria y sociológicas, sino también antropológicas, filosóficas y políticas. Muchos son los autores que han tratado el tema de la postmodernidad. J. F. Lyotard expuso que el discurso humano ocurre en diversos niveles comunicativos e interpretativos, señaló además que ninguno de estos discursos tiene el privilegio de pasar o emitir juicios de valor sobre los otros. Ya en La condición postmoderna (
1979) Lyotard atacó teorías literarias modernas y estimuló al discurso experimental desprovisto de excesivos intereses cartesianos por la verdad. Consideró Lyotard que la época de los grandes relatos o "metarrelatos", que intentaban dar un sentido a la marcha de la historia ya había finalizado.
Con respecto a la envergadura de Lyotard en el tema posmodernista Jacques Derrida (1998) señala en: Amistad Incombustible lo siguiente:

El pensamiento desde entonces universalizado de la «posmodernidad» le debe, como se sabe, su elaboración inaugural. Pero como le debe tantas otras hipótesis. Y lo mismo diré de aquello que en nuestra época (nombre propio y metonimia: «Auschwitz») hizo temblar la tradición filosófica, su testimonio sobre el testimonio. Lyotard penetró allí, como siempre, con un valor y una independencia de pensamiento de los que conozco pocos ejemplos. Ya no se podrá pensar en aquel desastre, en la historia de este siglo, sin tenerle en cuenta, sin leerle y releerle. Los estudiantes del mundo entero lo saben. Puedo asegurarlo desde el lejano lugar desde donde escribo (p,2)


Lyotard es sin lugar a dudas el padre de los fundamentos posmodernistas. Su teoría se antepone al concepto modernista cuyo
pensamiento fue marcado por el surgimiento de grandes utopías sociales políticas económicas, culturales, tecnológicas, industriales, etc. Según Lyotard los procesos que antecedieron a la posmodernidad intentaron hallar una respuesta, por un lado la Ilustración pretendió vencer a la ignorancia y al servilismo; los capitalistas se abrían paso a través de la racionalización de las clases sociales y el incremento de la producción; los marxistas promovían la lucha de clases. Todos convergían en la búsqueda del bien común ("El todos antes que el Yo"), y la confianza que éstas tenían en la razón y en los valores humanos
El modernismo se planteaba a un individuo comprometido con la humanidad, creía en ésta y en su avance. Creía en la razón universal y en que a través de ella se podía llegar a la verdad absoluta. Sin embargo esta razón se desploma gracias a la sin razón de la guerra y la lucha de poderes de las últimas décadas.
Otro autor que impulsó el tema postmoderno es Fredic Jameson. Para éste el posmodernismo; se entiende como: “la lógica cultural del capitalismo avanzado, o sea, lo entiende como los hilos conductores de la cultura actual (en todas sus manifestaciones) con profundas raíces en el sistema económico”
Jameson, estudia la posmodernidad partiendo de un análisis de la evolución urbanística de las ciudades y de la arquitectura, de esta manera se abre a una interpretación general del arte y de aquí salta a una hermenéutica global de la cultura sin olvidar su dimensión filosófica, y termina con unos planteamientos pedagógicos y políticos encaminados a tomar una postura activa ante la posmodernidad.
Según lo planteado durante las clases con el profesor Alejandro García Malpica, en la asignatura Tópicos de la Literatura Venezolana, se abordó el tema postmoderno desde su devenir. Lo que hoy día llamamos modernidad es un discurso de corte cartesiano que se ordena a través de un centro incuestionable, que se erige en paradigma de todo acto de significar y que se proyecta en imposición logocentrista: la verdad como algo transferible. Al no reconocerse como producto ineludible de una permanente contextualización, el discurso de la modernidad no admitía tampoco los diferentes niveles de contextualización presentes en todo discurso; de ahí el sentido trascendente que se daba tanto al discurso científico como al filosófico. Es decir, el acto de comunicación se establecía en términos de un proceso mecánico, cosificado en un "emisor-mensaje-receptor". De este modo se equiparaba el acto de comunicación con el de causa-efecto de las producciones humanas.

Por otra parte tenemos a la postmodernidad, cuya estética ha confrontado las siempre disímiles posiciones entre los seguidores del "arte por el arte" y aquellos que preservaban un "arte comprometido". Todo intento de comunicación, reconocemos ahora, supone un proceso de contextualización en las estructuras que modelan el espacio y el tiempo del autor. Pretender desligar el contenido de la forma nos parece hoy absurdo.

La postmodernidad se delimitaría, según eso, con un doble discurso: Uno, orientado a las ciencias y otro hacia el compromiso social. En los ambientes de vanguardia todo mundo te habla hoy contra la razón y contra la lógica. No hay explicación racional, no hay ciencia que valga, dicen. Sobre todo, se rechaza cualquier sistematización que pretenda englobar una totalidad, o cualquier fundamentación teórica. Lo único que cuenta es la literatura o el arte. Todo es lúdico. En la vida social se insiste en la "diversidad," que en el fondo viene a significar que cada quien, y cada grupo humano, viva como le parezca conveniente. No habría reglas. No habría metas de una perfección humana que fuera deseable para todos.

El discurso postmoderno aplica a la libre interpretación, es decir, que uno puede interpretar cualquier cosa a su manera. Todo es interpretación. Todo se vale. En realidad, no habría realidad. O dicho de otra, no hay ya coordinación y mucho menos significado. Todo es sencillamente: Pragmática.

En las próximas líneas abordaré el tema moderno y postmoderno desde la perspectiva ensayística de José Napoleón Oropeza, autor de numerosos ensayos de critica literaria y de artes plásticas. Este autor posee un particular estilo orientado hacia un modernismo que me atrevería a denominar tardío

El ensayo como género representa la exégesis de muchas realidades. Interpretación que se atrapa y comunica a través del discurso; discurso como secuencia de imágenes implícitas en él y bajo un paradigma netamente dialogal, oral. De esta manera, el ensayo comprende un conjunto de imágenes que dan vida a una comprensión del mundo. En algunos autores, como en José Napoleón Oropeza, esta interpretación tiende hacia el arquetipo; y crea una estructura dialógica de la realidad. Es la preocupación del ensayista la tarea social e histórica el crear imágenes arquetípicas interpretativas de la realidad a las cuales puedan adherirse u oponerse y de esta manera encontrar otras interpretaciones de la realidad. Con respecto a esto Gómez – Martínez (1992) sostiene:

Todo acto de escribir supone, además, un proceso de codificación de un pensamiento: se trata de expresar una idea a través de un sistema de signos que a su vez son incapaces de significar en sí mismos, pues sólo inician un proceso (teóricamente indefinido) de diferir el acto de significar en una cadena interminable. Tal es la aportación posmoderna a nuestro discurso narrativo actual: Cada significante, se dice, parece ser a la vez significado de otro significante en una sucesión repetitiva/circular que se convierte en un fin en sí misma y que nos impide/pospone llegar al significante original, con lo que la búsqueda se convierte en un juego intelectual, eso sí, dialógico, pero que se niega a sí mismo valor cognoscitivo. Nuestra experiencia, sin embargo, atestigua la existencia del diálogo y, por tanto, la posibilidad de significar. (p, 20)

La gran labor de ensayistas de esta talla es, precisamente, la de crear arquetipos, dialogar con estos arquetipos para enriquecer la realidad cotidiana. Por supuesto, este diálogo no supone la aceptación ciega de los arquetipos, pero tampoco el rechazo absoluto de éstos sin haberse sumergido en ellos con actitud crítica. En Oropeza los arquetipos presentes en sus ensayos involucran dos mundos: el crítico literario de su época y el crítico artístico de su idioma. El primero se da porque el ensayista escribe sobre un momento social; y el segundo, porque cuando es tratado el idioma con intención artística, el resultado es una obra de arte crítica del arte mismo y de la realidad social. El ensayo, entonces, supone una dualidad, fusiona a la prosa y a la poesía para describir una realidad. Fundamenta lo anterior la siguiente cita de Mauricio Ostria González ( 2000):

En tanto lenguaje, el texto literario significa, es decir, representa la realidad mediante un sistema codificado de signos y, consecuentemente, es un vehículo de conocimiento; pero también, por ser lenguaje, comunica, o sea, se constituye en medio de relación intersubjetiva, vehículo por el que los interlocutores dialogan y se expresan. Finalmente, su propia naturaleza lingüística convierte a la literatura en instancia de creación. En tanto objeto artístico, ficticio, la literatura construye, con los signos del lenguaje, y por tanto también con sus funciones, un complejo imaginario que figura, por una parte, un mundo humano de significación relevante y, por otra, un acto de lenguaje, un discurso. (P,39)





Como señalamos anteriormente el modernismo busca la razón, estudia la lógica, limitando y apartando la interpretación libre y lúdica que obviamente es la piedra angular del posmodernismo. Al explorar la obra ensayística de José Napoleón Oropeza se hace imperioso destacar su postura literaria ( de corte modernista en algunos casos y de rasgos posmodernistas en otros) para vislumbrar de manera más acertada su condición de ensayista.

Desde el punto de vista narrativo Oropeza, magistralmente construye su obra como arquitecto inequívoco de un plano existencial donde imágenes y símbolos brotan para reflexionar sobre la despersonalización del hombre urbano que se aleja de si mismo, que pierde su propia identidad, hombre que busca una liberación ontológica que raya en la exasperación del más comprometido existencialismo.

Se debe destacar la significación que tiene la obra del autor, dado a las innovaciones que en materia de ritmo y estilo, que éste ha aportado, además de los planteamientos recurrentes de su obra: la vida, lo anecdótico, lo existencial, la integración campo - ciudad, entre otros aspectos.

La ensayística oropeciana aborda diversos géneros. Es, en efecto, a la vez una biografía y una autobiografía, un ensayo y una novela, pero que no pretende pertenecer a ninguna de estas clasificaciones: es la posición (política, ideológica) del autor en un intento consciente de expresión artística. Y aquí reside precisamente su actualidad: que no pretendió ser clasificada y que no pudo ser clasificada. En su forma y en su contenido, y en ciertos momentos en su método deconstructivo,

El ensayo literario de Oropeza posee fuerza expresiva que no está desvinculada con el discurso modernista. La sensibilidad del escritor, su creciente genialidad y el devenir en sus cauces culturales, le imprimen juicio artístico. La coherencia armónica y su consecuente lenguaje estético están insertos a una cultura de la razón y de sentimiento. Estos aspectos presentes en su obra ensayística logran emerger, entonces, esa verdad y belleza que el autor lleva dentro y sólo la literatura logra aflorar con el arte de la palabra. Se aprecia ese bagaje cultural y humano de Oropeza en su obra ensayística donde le imprime ese toque particular y personal salpicado con ráfagas existenciales y anecdóticas en su ensayo El habla secreta el autor nos adentra en su arquetípico mundo y esgrime , además las razones de su pasión por la lírica:

Cuando a los quince años me inicié en la lectura y exégesis de la poesía de San Juan de la Cruz, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo y Garcilaso de la Vega (estudiaba en el seminario de Guanare y restaba horas a las frenéticas lecturas de las Catilinarias, las Geórgicas y las Bucólicas para aprender, de memoria, algunos versos de los poetas exquisitos del Siglo de Oro). Me esforcé, desde el comienzo en comprender el misterio de la poesía: quería descubrir, antes que se extinguiera la llama de la vela, al amanecer, de donde nacía el encanto de versos inolvidables y hermosos…